Andrea Rico Montaña
16/09/2017
Llevaba un año entero sin tocar un balón. Debido a mi
reciente llegada del extranjero, estaba en muy bajo rendimiento físico e
incluso con algo de peso extra. Hice durante el verano mucho ejercicio, aunque
igualmente notaba cómo me costaba mantener diez minutos de trote. Cuando empezó
la temporada de deportes, me quise reincorporar a mi antiguo equipo, pero me
encontré con que este se había disuelto.
Entonces comencé a dudar: no sabía si dejar el baloncesto definitivamente y meterme al gimnasio, o comenzar en un equipo nuevo.
Tras pensarlo detenidamente, caí en razón y me di cuenta de que el baloncesto era una de las cosas que más me gustaba, y dejarlo habría sido como dejar una parte de mí.
Así que me dispuse a buscar otro equipo, y acabé
convenciéndome por aquel que estaba a 500m de distancia del anterior. Fui a
probar, en la tercera semana de septiembre (ya era un poco tarde, puesto que los equipo llevaban ya dos semanas de entrenamiento) y las sensaciones que sentía estaban mezcladas. Por un lado estaba
nerviosa debido a que no sabía cómo iba a estar mi nivel, pero también sentía
una cierta seguridad al tener la sensación de que no tenía que impresionar a
nadie.
Al final fue todo bastante bien, no se me había olvidado jugar
al baloncesto en absoluto, aunque sí sentía cómo me quemaba el pecho al correr.
Además, como estamos en pretemporada, el nivel es más exigente y siempre tenemos
media hora de físico extra. Tenemos tres entrenamientos de hora y media durante
la semana y uno en el finde. Cuando empiece la temporada, comenzaré a tener
partidos los fines de semana.
Estoy muy entusiasmada con el hecho de poder ponerme en
forma otra vez. Llevo una semana entrenando y no me puedo sentir más
vitalizada. Realmente echaba de menos jugar al baloncesto. Cuando estoy en un
equipo, lo más importante para mí, es el compromiso, y espero que no sea
diferente este año.