martes, 9 de enero de 2018

MINDFULLNESS



Al empezar este curso, sabía que iba a pasar a través de momentos estresantes, y era menester buscar una vía de escape. La profesora de historia, nos ofreció realizar unas sesiones de meditación, con el objetivo de rebajar las tensiones del sacrificado primer trimestre.

Mi padre siempre me ha inculcado la importancia de la relajación y de una mente sana; en mi año en Malasia, pasé un tiempo en un templo budista, donde me enseñaron los básicos de la meditación de su religión: desde posturas de piernas a gestos faciales. Sin embargo, la idea de comenzar clases de meditación, me parecía un poco rara al principio.

Fijamos un día, y decidimos que nos quedaríamos a comer en el colegio, y realizaríamos la actividad inmediatamente después. Llevamos esterillas, bocatas, bebidas y todo lo necesario para la sesión. La profe realiza diferentes dinámicas, con las luces apagadas y música de fondo (cuando no viene el jardinero a hacer ruido, claro), y guía la clase mientras todo el mundo está en silencio.

A continuación, describiré algunos momentos que me han dejado una marca especial.

En la primera sesión, había conseguido llegar a un punto entre el sueño y la vigilia, el cual, según la profe, es el ideal para una buena meditación. La sensación era indescriptible, sentía que estaba en el vacío, como flotando. No había nada a mi alrededor, todo era negro. Cuando de pronto, sentí un ruido y se prendió en mi pecho una llama de angustia terrible. Comencé a temblar y quería llorar. De repente volví al gimnasio. Rápidamente me di cuenta de que no pasaba nada, que no había por qué tener miedo, e intenté recuperar mi estado anterior de vigilia. Pero ya era tarde, puesto que los ronquidos la bella durmiente (cuyo nombre no revelaré en esta entrega) que yacía junto a mí, no me dejaron volver.

Todavía tengo curiosidad a cerca de aquel suceso. Aunque salí muy relajada de esa sesión, temblaba solo de recordar ese momento. La meditación no es un chiste. Supongo que al estar en ese estado, el cuerpo se hipersensibiliza y una pequeña cosa puede generar una gran reacción.



A día de hoy llevamos tres sesiones. Hacemos una cada mes, y espero impaciente la siguiente. ¿Quién hubiera dicho que iba a estar trabajando mis chacras?



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